El pasado curso escolar iniciábamos esta serie de relatos sobre las finales de la Copa de Europa de fútbol, ahora llamada Champions League. Para aquell@s que entonces no tuvisteis la oportunidad de leer el primer post, podéis hacerlo ahora accediendo a la sección Mis finales de Copa de Europa. Este año la final de la competición se disputará el próximo día 28 de mayo, en el mítico estadio londinense de Wembley, aunque más bien habría que decir en el nuevo estadio de Wembley, ya que el antiguo fue demolido y uno modernísimo ha sido construido en el mismo lugar. Para l@s que ya tenemos cierta edad Wembley es sinónimo de fútbol y grandes eventos musicales. El antiguo estadio era conocido como la catedral del fútbol; quizás con Maracaná, en Río de Janeiro, los dos templos del deporte rey más famosos del mundo. En este post voy a contar mis recuerdos y vivencias personales asociados a Wembley, que son algun@s y muy bonit@s.
Nací en diciembre de 1968 y ese año la final de la Copa de Europa curiosamente se había disputado en el estadio de Wembley. Por supuesto, lo que sé sobre ella lo descubrí mucho después. La disputaron el Manchester United y el Benfica lisboeta, con victoria para el equipo inglés.
El 1982 se disputaría el Mundial de Fútbol en España. Yo entonces tenía 13 años. Con motivo de aquel acontecimiento la caja de ahorros en el la que mi padre tenía su cuenta publicó un libro de cómics sobre todos los mundiales disputados hasta entonces, y a él le dieron uno. ¡Cuántas veces leí aquel libro! No me cansaba de hacerlo, y allí descubrí que una de las finales más emocionantes había sido la de 1966, en Wembley. La jugaron la anfitriona, Inglaterra, y Alemania. Fue un encuentro muy igualado que acabó con empate a dos. En la prórroga el equipo inglés se impuso marcando dos goles más, el primero con gran polémica pues el balón parece que no llegó a traspasar la línea de gol. En aquel cómic vi por primera vez cómo era aquel maravilloso estadio, con esas gradas que se perdían dentro del inmenso voladizo que rodeaba todo el campo.
Verano de 1985, caluroso mes de julio, sábado a mediodía. Acababa de llegar a casa después de haber pasado toda la mañana trabajando en los olivos con mi padre y mis hermanos. Ponemos la tele tras una refrescante ducha, y vuelvo a ver ese voladizo tan impresionante de Wembley. Esta vez no es un partido de fútbol, se trata de un macroconcierto en el que participan todos los grandes cantantes y grupos británicos con el fin de recaudar fondos para mitigar el hambre en África. Se llama Live Aid Concert, lo organiza Bob Geldof, y se realiza conjuntamente con otro gran concierto en Filadelfia, Estados Unidos. Allí son los cantantes y grupos norteamericanos los que participan con el mismo fin. Creo que aquel concierto nos marcó a toda una generación de jóvenes: la música como instrumento para cambiar el mundo, los espectáculos en directo uniendo a personas de todos los lugares persiguiendo un ideal.
El día 24 de julio de 1989 yo me encontraba en Londres. Había estado un mes mejorando mi inglés en la ciudad de Plymouth, en el costa suroeste de Inglaterra. Antes de volver a España decidí pasar unos días en la capital británica. El día antes de tomar el avión de vuelta, junto a dos amigos, fuimos a visitar algunos de los sitios relacionados con el deporte, entre ellos, Wembley. Cogimos el metro, y en el vagón coincidimos con una chica muy guapa, de la que no parábamos de hablar, pensando que no nos entendía. Ella, al bajarse en una estación anterior a la nuestra, nos dedicó una gran sonrisa y un simpático hasta otra, dejándonos claro que era española y lo había comprendido todo. Después de dejar el metro anduvimos un largo rato por grandes zonas verdes, casi como bosques. ¿Realmente seguíamos en Londres? Las casas de allí parecían decirnos que no. Finalmente lo teníamos delante, había que subir por unas escaleras, y entonces, majestuoso, aparecía Wembley. Lo rodeamos una y otra vez, nos hicimos fotos en el monumento que recordaba la celebración de los Juegos Olímpicos en 1948, pero no llegamos a entrar. El ticket costaba three pounds, y ya andábamos cortos de dinero. Habría sido impresionante verlo vacío, silencioso, con el césped intacto, ... Sin duda, el peor dinero no gastado de toda mi vida, porque ya no tendría ocasión de verlo de nuevo en vivo y en directo.
1991, un año fatídico para l@s amantes de la buena música. El vocalista de Queen, Freddy Mercury, fallecía a causa del SIDA. En abril del año siguiente Wembley sería testigo del encuentro de músicos maravillosos que querían rendirle un merecidísimo homenaje al cantante desaparecido. Esa vez Elton John, George Michael, Lisa Stanfield, o David Bowie entre otr@s no cantarían sus propias canciones, sino las del grupo que se había quedado huérfano de su más emblemático miembro. Siempre recordaré ver ese concierto en casa, junto a mi hermano Jesuma, un melómano de pro que, junto a algunos de sus amigos, atesora maravillosas experiencias musicales y deportivas, muy en la línea del viejo Wembley.
Y llegó el mes de mayo de 1992. Lo que tanto había deseado estaba a punto de ocurrir. Después del desastre de 1986 en el Sánchez Pizjuán, el Barça otra vez en una final de Copa de Europa. La espera había merecido la pena, ya que ese año se disputaría en Londres. El equipo lo estrenaba un tal Johan Cruyff, y presumía de hacer un fútbol exquisito, preciosista, con jugadores como Koeman, Laudrup, Bakero, o Beguiristáin. Merecían por tanto un escenario especial, y allí estaba Wembley para verlos desplegar su mejor juego. El rival era la Sampdoria italiana. En casa de mi abuela nos reunimos un gran grupo de amigos; de algún modo, en las cabezas de tod@s l@s que vimos aquel partido todavía corea goooooool, tras el portentoso chut de Koeman que entró por la escuadra de la portería italiana. Aquella fue una noche memorable, en la que Wembley pasó a ser un nombre importante para much@s aficionad@s al buen fútbol, el que desplegaba un equipo poco después conocido como dream team.
Voy a finalizar el recorrido por mis recuerdos sobre Wembley en el mes de Julio de 2005. El proyecto que en varias ocasiones se había planteado desde mi llegada a este colegio, se hizo por fin realidad: un viaje de estudios a Londres, para que l@s alumn@s mejorasen su inglés y conociesen de cerca la realidad británica. El lugar elegido, Hampstead y Golders Green, en el norte de la ciudad. Allí se ubicaban el colegio al que asistíamos y el hotel en el que nos alojábamos. Una experiencia inolvidable para tod@s l@s que formamos parte de aquel grupo: las clases con compañer@s de distintos países, las visitas culturales y recreativas a lugares de interés, las personas que conocimos, las cenas a las 5:30 de la tarde, los atardeceres en los parques cercanos al hotel, tantas y tantas anécdotas... A veces después de pasear o jugar volvíamos al hotel ya casi al anochecer, y desde la parte más alta de Finchley Road se vislumbraba en el horizonte un arco metálico. Al principio ignoraba de qué se trataba; al cabo de los días recordé haber visto en internet el diseño del nuevo Wembley, e incluía un gran arco que sería visible desde gran parte de la ciudad. Allá a lo lejos estaba el estadio que albergará la final de Champions de este año; ignoro si estaba en construcción o ya terminado, pero al contemplar el arco venían a mi memoria bonitos recuerdos de ese lugar tan mítico. Espero que el próximo día 28 de mayo Wembley nos ofrezca otro espectáculo inolvidable, seguro que así será.
Sin duda la lectura de este texto, que en muchos de sus pasajes vivo como mío, me transporta en el tiempo para volver a disfrutar de momentos de mucha, mucha felicidad y cargados de gran emotividad...tanto por los acontecimientos en torno a los cuales nos reuníamos como por las personas que allí estabamos.
ResponderEliminarUn nuevo estadio pero la misma filosofía. El próximo sábado nuestros corazones estarán allí para disfrutar de un bello espectáculo en un marco incomparable.
Un abrazo